11 de junio de 2010

¿Es la consciencia un fenómeno cuántico?




Sabemos que en el mundo subatómico impera la mecánica cuántica. Por ejemplo, los electrones pueden estar en varios lugares a la vez alrededor del núcleo atómico, en un margen de probabilidades. Solamente si se miden, es decir, se detectan, se estabilizan según esta medición para una de sus propiedades, bien la velocidad, la posición, el spin….
Se dice que esto no ocurre en el mundo macroscópico. Pero ¿sucede realmente así?
Hay que tener en cuenta que en el caso de la especie humana, por ejemplo, existe lo que se llama el libre albedrío: Las personas pueden elegir una acción o bien una conducta entre varias posibles. Cuando eligen una, según su criterio, la han fijado (la han medido) en el tiempo y en el espacio, dentro de las posibles. ¿No es esto una suerte de física cuántica a nuestra escala? Un ser gigantesco que nos observara podría pensar que nos comportamos como los electrones…. En realidad, si la física cuántica impera en el mundo subatómico, ¿por qué no va a estar también a todas las escalas cósmicas? Otra cosa es que nosotros lo percibamos.
Según las teorías epigenéticas, cada vez más fundadas, la actividad mental, (pensamientos, emociones, actitudes, creencias…) estimulan la producción de diversas biomoléculas en nuestro organismo, como neurotransmisores, interleucinas, hormonas… o bien las ondas electromagnéticas, que viajan por el, llegan a las células y pueden influir en nuestra salud, bien positiva o negativamente y además pueden provocar la activación o desactivación de determinados genes….
Es decir, que nuestra mente, con nuestra libertad de acción y elección, con nuestro libre albedrío, con nuestros buenos o malos pensamientos, con nuestro estado de ánimo, influye en nuestro cuerpo, en nuestra salud y en nuestros genes. Estos hechos se pueden realizar en un sentido o en otro, dependiendo de las circunstancias ambientales, de nuestro albedrío, de nuestras relaciones humanas y sociales, etc; por lo tanto hay todo un abanico de probabilidades de las cuales se cumplen unas u otras dependiendo del devenir del tiempo y del espacio, es decir del cambio evolutivo. Los seres vivos y no vivos, la materia, al evolucionar, va fijando una determinada realidad entre múltiples posibles: el Universo se va realizando, se va haciendo, en su evolución; podría hacerse de otra manera, ya que existen muchas posibilidades. De entre las múltiples potencialidades se realiza una que se convierte en acto, que se supone es la más probable. Pero … puede cambiar la probabilidad…

1 comentario:

Jesús Merino dijo...

Sí que existen efectos cuánticos a nivel macroscópico que parecen estar probados, en primer lugar los condensados de Bose-Einstein lo demuestran, ya que son una onda de materia que llega a verse a simple vista.
Pero hay otras pruebas que parecen apuntar a lo mismo. Por ejemplo, el físico ruso Vladimir Poponin ha sido el primero en comprobar que las moléculas de ADN dispersan los fotones de un rayo láser, pero lo sorprendente es que el efecto perdura durante semanas aunque las moléculas de ADN hayan sido retiradas de la cámara de dispersión, es decir, el ADN deja una huella imborrable en el espacio que ha ocupado, y eso es como una acción fantasmal a distancia.
También se estudia que las neuronas no solo se conectan mediante sinapsis sino que existe entre ellas entrelazamiento cuántico, a través de unos microtúbulos que se encuentran en el citoplasma de las células. Esto lo defienden físicos tan reconocidos como Penrose y explicaría que los recuerdos no estén localizados en ninguna parte concreta del cerebro, lo que está bien demostrado por los experimentos con ratas de Karl Lashey. Evidentemente, si las neuronas experimentan entrelazamiento cuántico, la consciencia también tendrá alguna relación.
Otra prueba sorprendente puede ser el experimento de la farmacóloga Madeleine Ennis, que intentando demostrar que los medicamentos homeopáticos solo curan por el efecto placebo, experimentó con basófilos e histamina. Comprobó que las células reaccionaban frente a una disolución ultra diluida de histamina, donde ya no podía haber ni una sola molécula de histamina, y donde no había ningún cerebro que añadiera endorfinas a la sangre, lo cuál hacía imposible el efecto placebo. Los basófilos reaccionaban realmente por algún efecto “fantasmal” que la ciencia todavía no comprende.

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