18 de enero de 2013

La consciencia transforma la realidad




Uno de los principios básicos de la física cuántica es el llamado efecto observadorsegún el cual no es posible observar la realidad sin cambiarla. Esto implica, por ejemplo, la relación entre la realidad y nuestra consciencia. Nosotros nunca podremos observar una realidad objetiva, sino nuestra realidad, que la cambiamos al observarla. Cada uno, con nuestra mente, construimos nuestra propia realidad; y esto es así porque formamos parte intrínseca de nuestro universo. Todo en él está interconectado y cualquier acción de una parte de dicho universo, por ejemplo, una persona, incide en él. No olvidemos que según el principio de la dualidad onda-partícula, cualquier materia y energía del universo se comporta como onda o como partícula, según los casos. Esto se ve más claramente en las partículas subatómicas.
Para detallar más estos párrafos me remito a un extracto de un artículo mío del año 2003: Una aproximación a la física del teletransporte

Es este principio el que da pié a interpretaciones sorprendentes del universo y de la realidad; veamos:


  En 1923 el físico Louis de Broglie creó una ecuación matemática que contribuyó a resolver la naturaleza dual de todos los campos electromagnéticos y desembocó en un nuevo aspecto de la física. Se demostró que la materia abarca un flujo, una multitud de campos de energía cuyas complejas interacciones crean lo que a nuestros ojos parecen partículas. Los objetos masivos presentan pequeñas longitudes de onda de energía y los objetos con una masa pequeña muestran mayores longitudes de onda. Por eso solemos ver el mundo material como partículas (las longitudes de onda de su energía son demasiado pequeñas para percibirlas), a la vez que la realidad subatómica parece ondulatoria (sus longitudes de onda son lo bastante grandes para resultar más significativas). Así, el mundo real, material, se crea a partir de un agitado flujo de energía radiante. Llevados estos principios hasta las últimas consecuencias, la física cuántica sugiere que el universo sólido y temporal que percibimos es una impresión nuestra: ¡la verdadera realidad cuántica es inmaterial, atemporal y no ocupa espacio! . Si esto es así, a nivel cuántico no existe ni espacio ni tiempo y es posible el teletransporte cuántico, tanto en el espacio como en el tiempo.
  Según Heisenberg, las ondas de probabilidades cuánticas se debilitan con la distancia, pero como todos los campos energéticos,  nunca mueren del todo. Esto sugiere que en el universo todo interactúa con todo lo demás; el cosmos es una especie de entidad colectiva donde es imposible que una parte actúe sin influir sobre las demás.
  El físico Niels Bohr llegó a la conclusión de que ningún fenómeno elemental es un fenómeno a menos que se trate de un fenómeno registrado, medido, percibido por nosotros, por ejemplo; en otras palabras: la física cuántica sostiene que “un árbol cae en silencio al menos que alguien lo oiga”. Algunos físicos llegan más allá e indican que la conciencia desencadena la función ondulatoria es decir, que lo que vemos es lo que se vuelve real; la conciencia es el medio a través del cual la probabilidad se transforma en realidad. Con estas aseveraciones la física cuántica entra en un terreno filosófico, más que científico, en su interpretación del mundo. 

Y para terminar, indicaré, que, todo esto se entiende mejor si consideramos al universo como un conjunto, no de partículas materiales, sino de ondas de diferentes longitudes y frecuencias, a su vez formadas por minúsculas cuerdas (teoría de las cuerdas); estas ondas se enmarañan e interconectan y por eso todo lo que existe en el universo está conectado y cada parte (desde la partícula subatómica hasta persona) influye en todo él. Dicho universo es uno y diverso, a la vez.
Además, hay que considerar que nosotros no estamos capacitados para ver las ondas, sino las partículas, de ahí el universo particulado y discontinuo que observamos.