21 de mayo de 2008

Las religiones



Desde que el hombre apareció en nuestro planeta, el fenómeno religioso nunca le ha abandonado. Las religiones, parece ser que son inseparables de su existencia. Eso no quiere decir que no haya personas irreligiosas, pero la religiosidad siempre se manifiesta en sectores más o menos amplios de las sociedades humanas. ¿Tienen ventajas estas religiones para la humanidad?
Cualquier religión, con sus variantes, nos da una serie de respuestas que la razón es incapaz de dar; fundamentalmente, cual es nuestra finalidad y destino en este mundo. Casi todas las religiones prometen otra vida después de la muerte en la Tierra. En este aspecto, estas creencias apaciguan la ansiedad y el temor de los humanos y dan seguridad a sus vidas. Es decir, psicológicamente, las religiones tienen una función positiva, proporcionando tranquilidad y seguridad. Por otro lado, todas ellas invitan a seguir unas ciertas normas éticas y morales, que por supuesto, se pueden pervertir. También tienen una función de aglutinante en las sociedades y grupos humanos, lo que favorece la supervivencia del grupo, tribu, población, sociedad… Desde este punto de vista, la religión tiene un valor positivo en la supervivencia de la especie humana y es posible que la selección natural favoreciera el hecho religioso en los comienzos de nuestra evolución.
Pero las religiones también tienen sus aspectos negativos: Aunque es verdad que aúnan y cohesionan grupos humanos, también es verdad que provocan enfrentamientos y guerras entre grupos de diferentes religiones, o por lo menos, los favorecen; nuestra historia está plagada de ejemplos. Estos conflictos religiosos, desde un punto de vista biológico, se pueden interpretar como conductas de competencia intraespecífica entre poblaciones humanas que luchan por recursos como, el territorio, alimento, fuentes energéticas… y también, no solo existe una competencia física , sino ideológica, que, básicamente, sigue las mismas reglas evolutivas y ecológicas. Por otro lado, las creencias religiosas pueden adoptar posturas radicales e intolerantes, fanatizando a los fieles (perversión religiosa). En este sentido, pueden bloquear o disminuir la capacidad de razocinio y pensamiento de la persona, que siempre es saludable, coartando la individualidad humana.
¿Son las religiones una necesidad de la “psique” humana y, por tanto, son un subproducto de su inteligencia? ¿Son beneficiosas o perjudiciales para el hombre? ¿Tienden a desaparecer en las sociedades desarrolladas, acomodadas y cientificadas? Son repuestas difíciles de dar. Que cada cual responda y elija, según su criterio….

8 de mayo de 2008

La Tierra, peligro de impacto



En la nada tranquila historia del sistema solar, los impactos cósmicos han sido bastante frecuentes: El nacimientos de los planetas se debió a impactos de planetesimales y planetoides; después los planetas sufrieron un intenso proceso de craterización como lo demuestra la gran cantidad de cráteres que existen en los planetas terrestres con escasas atmósferas; la Luna, nuestro satélite se formó como consecuencia del choque de un planeta del tamaño de Marte con la Tierra en sus comienzos, hace unos 4 mil m.a..; y después y hasta la actualidad, nuestro planeta, como los demás, ha sido agredida por asteroides de muy diversos tamaños; algunos de ellos han provocado extinciones biológicas de mayor o menor cuantía, o al menos han contribuido a ello, como el asteroide que acabó con los dinosaurios hace 65 m.a.

Como acabo de indicar, nuestro planeta, como cuerpo cósmico que es, enmarcado en el sistema solar, está sujeto a las acciones del ambiente exterior, como nebulosas, explosión de supernovas… y sobre todo, a los impactos de cuerpos, de tipo asteroidal principalmente, de muy diversos tamaños; veamos:

La Tierra recibe un bombardeo continuo de polvo meteórico. Cada día penetran en nuestra atmósfera a alta velocidad unas 100 toneladas de material meteorítico que se deposita lenta e imperceptiblemente sobre nuestro planeta.
Sobre la Tierra se han identificado la huella de unos 150 cráteres de impacto; hay que tener en cuenta que la atmósfera y la erosión habrán borrado muchos más de los encontrados. El cráter más grande que conocemos es precisamente el cráter producido por el meteorito que acabó con los dinosaurios, que cayó en Chicxulub (México); tiene unos 180 km de diámetro y una profundidad cercana a los 50 km; el meteorito en cuestión, debió tener unos 10 km de diámetro.
La atmósfera terrestre nos protege de multitud de pequeños proyectiles, del tamaño de granos de arena o de pequeñas piedras, miles de los cuales caen sobre nuestro planeta diariamente. Al quemarse en la atmósfera forman las conocidas estrellas fugaces. Los meteoritos rocosos de hasta algunas decenas de metros de diámetro se destruyen en la atmósfera al estallar debido al gran calor de fricción, lo cual es una suerte para nosotros.

Pero la atmósfera terrestre no frena los objetos más grandes y estos pueden causar un daño considerable si chocan contra la superficie; por suerte, son objetos poco comunes. La energía liberada en el impacto es muy considerable; por ejemplo, el impacto de de un objeto de 35 metros de diámetro libera una energía equivalente a la de una bomba nuclear de varios megatones (la bomba nuclear lanzada en Hiroshima, liberó solo 15.000 toneladas de TNT; para reunir un megatón se necesitarían 65 bombas como esta); esto nos da una idea de la potencia de tales impactos.

Se puede calcular la frecuencia con que suceden los impactos en la Tierra. Un objeto de 10 m de diámetro, que genera la décima parte de un megatón de energía, ocurre de promedio cada 10 años; suele explotar en la atmósfera, por lo que apenas es nocivo. Un objeto de 1 km de diámetro, que libera unos 100 mil megatones, impacta cada 100 mil años. Los objetos de 10 km de diámetro, como el de Chicxulub, nos impactan cada 100 millones de años. Son los objetos de 1 km, antes citados, los más peligrosos para nosotros, por su relativa abundancia y su frecuencia de impacto.

¿Cómo evitar tales objetos? Si se detectan con la suficiente antelación, podrían ser desviados o destruidos por una bomba nuclear de varios megatones, aunque no se garantiza un éxito al 100%.