Uno de los principios básicos de la física cuántica es el
llamado “efecto observador” según el cual no es posible observar la realidad
sin cambiarla. Esto implica, por ejemplo, la relación entre la realidad y
nuestra consciencia. Nosotros nunca podremos observar una realidad objetiva,
sino nuestra realidad, que la cambiamos al observarla. Cada uno, con nuestra
mente, construimos nuestra propia realidad; y esto es así porque formamos parte
intrínseca de nuestro universo. Todo en él está interconectado y cualquier
acción de una parte de dicho universo, por ejemplo, una persona, incide en él.
No olvidemos que según el principio de la dualidad onda-partícula, cualquier
materia y energía del universo se comporta como onda o como partícula, según
los casos. Esto se ve más claramente en las partículas subatómicas.
Para
detallar más estos párrafos me remito a un extracto de un artículo mío del año
2003: “Una aproximación a la física del teletransporte”
Es este principio el que da pié a interpretaciones sorprendentes del
universo y de la realidad; veamos:
Y para terminar, indicaré, que, todo esto se entiende mejor si consideramos al universo como un conjunto, no de partículas materiales, sino de ondas de diferentes longitudes y frecuencias, a su vez formadas por minúsculas cuerdas (teoría de las cuerdas); estas ondas se enmarañan e interconectan y por eso todo lo que existe en el universo está conectado y cada parte (desde la partícula subatómica hasta persona) influye en todo él. Dicho universo es uno y diverso, a la vez.
Además, hay que considerar que nosotros no estamos capacitados para ver las ondas, sino las partículas, de ahí el universo particulado y discontinuo que observamos.
En 1923 el físico
Louis de Broglie creó una ecuación matemática que contribuyó a resolver la
naturaleza dual de todos los campos electromagnéticos y desembocó en un nuevo
aspecto de la física. Se demostró que la materia abarca un flujo, una
multitud de campos de energía cuyas complejas
interacciones crean lo que a nuestros ojos parecen partículas. Los objetos
masivos presentan pequeñas longitudes de onda de energía y los objetos con una
masa pequeña muestran mayores longitudes de onda. Por eso solemos ver el mundo
material como partículas (las longitudes de onda de su energía son demasiado
pequeñas para percibirlas), a la vez que la realidad subatómica parece
ondulatoria (sus longitudes de onda son lo bastante grandes para resultar más
significativas). Así, el mundo real, material, se crea a partir de un agitado
flujo de energía radiante. Llevados estos principios hasta las últimas
consecuencias, la física cuántica sugiere que el universo sólido y temporal que
percibimos es una impresión nuestra: ¡la verdadera realidad cuántica es
inmaterial, atemporal y no ocupa espacio! . Si esto es así, a nivel
cuántico no existe ni espacio ni tiempo y es posible el teletransporte
cuántico, tanto en el espacio como en el tiempo.
Según Heisenberg, las
ondas de probabilidades cuánticas se debilitan con la distancia, pero como
todos los campos energéticos, nunca
mueren del todo. Esto sugiere que en el universo todo interactúa con todo lo
demás; el cosmos es una especie de entidad colectiva donde es imposible que una
parte actúe sin influir sobre las demás.
El
físico Niels Bohr llegó a la conclusión de que ningún fenómeno elemental es un
fenómeno a menos que se trate de un fenómeno registrado, medido, percibido por
nosotros, por ejemplo; en otras palabras: la física cuántica sostiene que “un
árbol cae en silencio al menos que alguien lo oiga”. Algunos físicos
llegan más allá e indican que la conciencia desencadena la función ondulatoria
es decir, que lo que vemos es lo que se vuelve real; la conciencia es el medio
a través del cual la probabilidad se transforma en realidad. Con estas
aseveraciones la física cuántica entra en un terreno filosófico, más que
científico, en su interpretación del mundo.
Y para terminar, indicaré, que, todo esto se entiende mejor si consideramos al universo como un conjunto, no de partículas materiales, sino de ondas de diferentes longitudes y frecuencias, a su vez formadas por minúsculas cuerdas (teoría de las cuerdas); estas ondas se enmarañan e interconectan y por eso todo lo que existe en el universo está conectado y cada parte (desde la partícula subatómica hasta persona) influye en todo él. Dicho universo es uno y diverso, a la vez.
Además, hay que considerar que nosotros no estamos capacitados para ver las ondas, sino las partículas, de ahí el universo particulado y discontinuo que observamos.
Yo diría que sí estamos capacitados para ver las ondas, y prueba de ello son los condensados de Bose-Einstein, que se pueden fotografiar. Lo increíble es que se supone que responden a funciones de onda de la mecánica cuántica, que son probabilidades. Así que me pregunto: ¿desde cuándo tiene sentido que las probabilidades aparezcan en una fotografía?
ResponderEliminarOtro aspecto inquietante es lo de la observación, porque no puede ser otra cosa que una superposición de funciones de onda, de un detector y de una partícula. Una observación es una perturbación o interferencia en la función de onda de la partícula, lo que supuestamente la colapsa. La cuestión que se me ocurre es: ¿cómo puede ser tan lista una partícula para distinguir si la perturmación procede o no de una observación consciente?, porque si no puede, entonces la realidad de la partícula no depende de la observación. Por cierto, los condensados de Bose-Einstein son ondas como las descritas por la mecánica cuántica, y no se colapsan por mucho que las miremos.